¿Matrimonio? ¿Hijos? ¿Estamos locos?

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Hace poco leí un artículo titulado Ahora entiendo por qué las parejas se separan al tener hijos. La verdad es que me vi reflejada en muchos de los aspectos que comentaba: discusiones en el matrimonio, medallas otorgadas, falta de tiempo para uno mismo y para los dos, pensamientos arrebatadores que te hacen pensar que las cosas pasadas fueron mejor…

Compartí el artículo en redes y muchos amigos y grandes expertos en la materia, (pues lo viven en primera persona) me comentaron que el artículo estaba bien, pero me advertían de la visión negativa del post, en donde solo el humor y poco más, hacía que el escritor del mismo continuara con su vida de casado.

Pero, ¿Solo el humor?, ¿El sentimiento?, ¿Sobrevivir?… El humor solo no lo puede todo, y dejarse gobernar por los sentimientos ¡ERROR! pues la vida es mucho más que sentir.

Entonces pensé, voy a combatir ese artículo con otro que me recuerde lo mejor de casarse y tener hijos, que en gran parte depende del enfoque con el que lo vivas.

Un gran cambio

Casarse es un gran cambio, tener un hijo otro cambio más y cuando se multiplican los hijos aún más cambios. Pero no nos engañemos, al final la vida son cambios, tanto si te casas como si no, o si decides tener niños o no, o si dedicas tiempo a ti mismo o no, la vida cambia y tú con ella, pero ¿Y qué tiene de malo?

El error está en pensar que vives para ti, para ser más feliz. Ahí es donde empiezan todos los males.

En el artículo solo habla de lo cansado de tener hijos, pero es que tal vez no te has parado a fortalecer lo que hace que los hijos sean una aventura y una ayuda: el OTRO.

¿Qué me diferencia del resto?

En mi matrimonio las cosas funcionan, la diferencia creo que estriba en que yo no uso un “voy a intentarlo” sino que lo hago.

Cuando cruza la puerta y lo primero que me apetece es decirle que estoy harta/o de los niños, que no he parado, pienso en que el otro tal vez haya tenido un día peor y hago porque el final del mismo sea mejor. Eso es lo que se llama hacer que las cosas funcionen. Y no por lo que siento, sino porque la cabeza rige mejor que la veleta de los sin-sentidos.

Una vez que comprendes que tu vida es entrega, entonces la visión de la llegada de los hijos cambia.

¡Hacerle feliz como sea!

No te casas para ser feliz, sino para hacerle feliz todos y cada uno de los días de tu vida, de esta manera vendrá tu felicidad.

Un matrimonio no solo tiene éxito si dura, es importante su calidad. La calidad puede que no se traduzca en mucho tiempo, pues por los niños o por el trabajo, el tiempo se reduce, pero acciones como: un whatsapp con un ¡te quiero!; o una llamada para saber que tal el día; un regalo inesperado; una cena de porque sí; una escapada improvisada; un beso aquí y ahora; tiempo para alguna afición; un preguntar por sus intereses; un beso antes siempre de dormir; palabras amables al llegar a casa; tener la cena preparada… son esos detalles que hacen que las cosas funcionen.

 “Da siempre lo mejor de ti, y lo mejor vendrá.”

¡Ya no somos los mismos!

Claro que no somos los  mimos y ¡menos mal!, ya no soy ese adolescente de 18 años interesado en cómo pasarlo bien y con una madurez aún por fortalecer.

Una vez oí a un amigo decir que no se hubiera casado con la chica con la que empezó a salir, él se casaba con la mujer en la que se había convertido con el paso del tiempo. Tú te enamoras de un físico y unas cualidades que con el tiempo cambian y en su mayoría van a mejor, pues esa mujer u hombre que conociste en la diversión, ahora es un marido o mujer y puede que un padre o madre de familia, con unas cualidades que te enamoran más.

Pasa el tiempo

Y pasa el tiempo y entonces llegan los hijos. Es importante saber que los hijos no son un medio para hacer feliz a un matrimonio y que estos no sirven para unir o desunir, el matrimonio tiene que estar unido, tiene que tener unas mismas metas, en lo importante pensar parecido y estar dispuesto a ofrecer lo mejor al otro.

Y toca disfrutar de la maravilla de ser padres, que no lleva libro de instrucciones y que a veces viene acompañado de errores, pues en las escuelas de la vida, nadie tiene el carnet de padre perfecto. Cada hijo es único y cada uno trae tu mejor posibilidad de querer más allá de ti mismo.

Cuando ya has aprendido que el amar es un sinónimo bastante parecido al servir, llegan los enanos y el enfoque cambia. No me mal-interpretéis, esto no quiere decir que no sea duro, pero si ya sabes el valor de perder la vida por los demás, tener hijos cobra otro sentido.

¿Cómo?

  • Un día te levantas y te llevas a los niños a jugar para que el otro descanse, ante una noche complicada (te intercalas, no importa que tú trabajes en oficina y ella en casa, las dos cosas son trabajar y las dos cosas requieren descansar).
  • No contabilices las horas dedicadas, cada uno cuando puede y como puede.
  • Agradece siempre cualquier acto, por pequeño que te parezca.
  • Aprende a disfrutar con la familia, (se tiene que aprender y en cada época, según la edad, cambian las formas de disfrutar).
  • Cuando os quedéis solos en ese pequeño momento en los que los enanos duermen, saca tu mejor versión y hazla/le sonreír.
  • Escucha sus inquietudes, descubre sus anhelos y luego úsalos para sorprenderla/le.
  • Sal a cenar una vez cada 15 días o más si puedes y hablar de las cosas a mejorar y de las cosas que ya son geniales… hay que luchar por haceros felices, pon la cabeza y deja los sentidos a un lado, y eso es día a día, con instrumentos de lo más humano. Pero hay que querer hacerlo por el bien de los hijos. “Padres felices, familia feliz”

Y los niños crecerán y entonces llegará la recompensa de unos hijos que te enorgullecen con su vida. Ese orgullo de padres, no se paga con nada, solo con el esfuerzo de haber sabido suplir el yo por los demás. Tú has ido construyendo una vida con tu mujer/marido y cuando ellos “vuelan”, te queda el volver a disfrutar de vosotros, que ya lo habéis estado haciendo durante toda vuestra vida.

¿Supervivencia?

¡Qué va! Se trata de saber VIVIR.

Primero mi mujer/marido y después mis hijos, y por este orden, son lo mejor de mi vida. Tal vez sea el orden de los factores lo que haya hecho que tener hijos me haya unido más que nunca a la mujer/hombre de mi vida.  Y que con el tiempo, nos miremos orgullosos al haber construido una familia basada en el amar sin medida.

Y decirte al oído después de tantos años juntos ¡lo hemos hecho bien!

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