¡Todos a la mesa!
Alguna vez habréis mirado el menú del colegio de vuestros hijos y pensado, no sin cierto aire de incredulidad … ¿Mi hijo come todo esto? Pues probablemente sí. Los buenos hábitos en alimentación siguen exactamente los mismos patrones que cualquier otro tipo de hábito en cuanto a su correcta adquisición. Se logran mediante repetición y ejercicio.
Aunque es cierto que existen preferencias gustativas innatas, por eso de la supervivencia, también lo es que se puede adquirir el gusto por determinados alimentos.
Todos los seres humanos comemos azúcares y alimentos ricos en grasa de forma instintiva; especialmente los niños por su mayor necesidad de calorías. Esta puede ser una de las razones por las que se aparten de alimentos más sanos y con menor aporte calórico.
A pesar de que este dato no juega a nuestro favor, no debemos desistir, sino apostar por buenos hábitos de alimentación para nuestros hijos.
Se pueden tener en cuenta las siguientes recomendaciones:
- Tomar un buen desayuno. Evitar la bollería industrial, favoreciendo en cambio el consumo de frutas (mejor en zumo a esas horas…), leche, cereales, tostadas…
- Snacks. Es igual de práctico y rápido tomarse un plátano que un donut y su valor nutricional es infinitamente mejor.
- Beber agua no sólo al sentir sed. Comenzar el día bebiendo un vaso de agua es muy recomendable.
- Reducir el consumo de azúcar y sal.
- Comer juntos y no hacer distinción de menú. Comer juntos hace familia y es el mejor momento para educar las formas. La comida debe ser la misma para todos.
- Comer despacio, además de sano, nos permite mantener una conversación agradable con los demás.
- Haced que prueben los alimentos una docena de veces antes de decidir si les gusta o no.
- Servir la cantidad adecuada. Si sabemos que algo les cuesta ponerles menos cantidad. El objetivo es que coman de todo pero no hacer una tragedia de la hora de comer.
- Cuando algo les gusta mucho, enseñarles a saber parar. Deben aprender a escuchar a su estómago para no comer más de la cuenta.
- No usar la comida ni como castigo ni como recompensa. “Si no te comes la verdura te quedas sin postre, si te la comes el postre será mejor”. Así les enviamos el mensaje erróneo de que las verduras son un castigo y los dulces un premio.
Bon appetit!
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